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Opinión

Los Amos, un cuento de Juan Bosch que arroja una interesante enseñanza

Uno de los libros de cuentos cuyo contenido expresa la vivencia y realidad de la clase humilde, campesina, obrera y trabajadora dominicana, así como una panorámica por aquel entonces del trato de un sector de la clase alta (Tutumpote) hacia los pueblerinos. Es la obra “Cuentos Escritos en el Exilio”, escrita por el profesor Juan Bosch. (1962).

El primer cuento de ese libro se titula “Los Amos”, describe la historia de un obrero de campo dominicano (denominado el “peón”), quien se contagia de paludismo, una enfermedad infecciosa transmitida por la picadura del mosquito anofeles hembra, cuya sintomatología es la temperatura de fiebre muy alta.

Cuando el peón “se puso muy malo (enfermó), el amo lo botó (despidió) y le dio medio peso para el camino; pero cuando el peón se iba, le atacó el frío de la calentura, el frío de la enfermedad, y en ese momento el amo lo obligó a ir a buscar una vaca que había parido la noche anterior. Para el amo era más importante el becerrito que el peón; le dolía más perder un becerrito que la muerte de su peón.” (Juan Bosch, Discursos Políticos, Tomo I, pág. 15, Recuperado por Periódico el Caribe, 29 de septiembre de 1962, pág. 16).

La primera narrativa de “Los Amos” fue escrita en Cuba, en el año 1942. En su relato Bosch lleva al lector a reflexionar sobre cómo hay algunas personas (señores/jefes) que tienden a ser más sensibles en el trato con los animales que hacia el mismo ser humano.

Por lo que este cuento da una lección acerca del buen trato y la buena convivencia que debe primar con nuestros semejantes: El buen trato debe de ser la regla general, y no la excepción. Se debe valorar la vida del ser humano por encima de todo.

De ahí que al finalizar esta lectura sea preciso atender lo dicho por Jesús el Mesías: Así pues, hagan ustedes con los demás como quisieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resume la ley y los profetas. (Mateo 7:2).

A los amos de hoy, es menester aplicar una dosis de sensibilidad.

Por: Aladdin Jiménez Sánchez