


En la era digital, el ritmo de adopción de las innovaciones se ha acelerado drásticamente en comparación con la época anterior a Internet y a la digitalización de la economía. Antes, las innovaciones requerían una inversión significativa en capital, instalaciones de producción, mano de obra y materias primas. Además, su distribución a gran escala estaba limitada por factores físicos.
La producción de bienes y servicios en la era digital, por otro lado, puede reducirse a un fragmento de código informático, que es fácil de replicar y reutilizar con un coste marginal casi nulo. Esto ha permitido que las innovaciones se extiendan más rápidamente. Facebook, Instagram y Disney+ alcanzaron los 50 millones de usuarios en 3, 2 y 5 meses, respectivamente, lo que contrasta con el medio siglo que tardó el teléfono fijo en alcanzar la misma cantidad de usuarios.
En el pasado, incluso las innovaciones transformadoras tardaban más de una década en ser adoptadas por los consumidores de una población. Por ejemplo, el teléfono fijo tardó 50 años, la televisión 22 años y el teléfono móvil 12 años en alcanzar los 50 millones de usuarios.
En la obra «La Sociedad del Cansancio», el filósofo Byung-Chul Han explora cómo la dinámica de la sociedad contemporánea ha evolucionado hacia una forma de autoexplotación, donde los individuos se convierten en sus propios explotadores y explotados. Esta perspectiva ofrece una crítica aguda de la cultura del rendimiento y la autooptimización, proporcionando un marco útil para entender los desafíos y efectos de la adopción digital en la vida moderna.
Byung-Chul Han argumenta que hemos pasado de una sociedad disciplinaria, caracterizada por la obediencia y el deber, a una sociedad del rendimiento, donde la libertad y el poder son los principios predominantes. Esta libertad es ilusoria y conduce a una autoexplotación más eficaz que cualquier disciplina externa.
En esta sociedad del rendimiento, los individuos se ven obligados a superarse constantemente, lo que genera una competencia perpetua consigo mismos y un sentimiento de insuficiencia y culpa. Este ciclo interminable de autoexigencia y autooptimización lleva al agotamiento y a condiciones como el burnout, una patología resultante de la autoexplotación voluntaria.
En el contexto de la adopción digital, esta autoexplotación se manifiesta de manera virulenta. La era digital ha traído innumerables beneficios, pero también ha introducido nuevos desafíos. Estos desafíos se plantean en una sociedad que ahora valora la autooptimización y el rendimiento, donde fácilmente podemos encontrarnos atrapados en un ciclo de autoexplotación.
Byung-Chul Han describe esto como «violencia positiva virulenta», una forma de violencia que no se percibe inmediatamente como tal ya que se presenta de manera positiva y voluntaria. En la adopción digital, esta violencia se manifiesta a través de la autoexplotación y la presión para la autooptimización, afectando el bienestar mental y emocional de los usuarios.
La sociedad moderna valora la productividad y la eficiencia, y esta mentalidad se ve reflejada en la adopción de tecnologías digitales. Herramientas como aplicaciones de monitoreo de productividad, correo electrónico y plataformas de colaboración perpetúan una cultura de alto rendimiento.
Los empleados y usuarios se sienten constantemente presionados para estar disponibles y responder de inmediato. La inteligencia artificial, por ejemplo, facilita esta disponibilidad constante, llevando a una autoexplotación autoimpuesta. Los individuos internalizan la presión externa y se fuerzan a mantener un alto nivel de rendimiento, a menudo a expensas de su salud mental y bienestar.
La adopción excesiva de tecnologías digitales puede resultar en una fatiga digital significativa. La sobrecarga de información, caracterizada por el bombardeo constante de datos, notificaciones y solicitudes de atención, es un problema frecuente.
La gestión de múltiples canales de comunicación, como correos electrónicos, mensajes de texto y aplicaciones de mensajería instantánea, puede ser abrumadora. Esta constante presión para estar conectado y responder rápidamente no solo contribuye a la fatiga cognitiva, sino que también puede llevar a la incapacidad de desconectarse y relajarse, exacerbando el agotamiento.
La adopción de nuevas tecnologías a menudo se presenta como una opción personal que otorga poder a los usuarios. En realidad, las decisiones sobre la adopción de tecnología están influenciadas por presiones sociales y profesionales. Las personas se sienten presionadas a adoptar nuevas herramientas para mantenerse competitivas y relevantes en sus campos. Además, las aplicaciones de autooptimización, como las de fitness o productividad, pueden crear una vigilancia interna constante, donde los individuos sienten la obligación de mejorar continuamente. Esto puede llevar a una sensación de obligación de usar tecnología, en lugar de una elección libre y empoderadora.
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), cerca del 70% de la población en América Latina y el Caribe es usuaria de Internet, con un crecimiento promedio anual del 8% en tendencia desde el año 2010. A pesar de estos avances, la región aún enfrenta desafíos significativos en términos de calidad y accesibilidad a la banda ancha.
El informe también destaca que existen importantes brechas de acceso a Internet entre zonas urbanas y rurales, así como entre diferentes niveles de ingresos. En promedio, la diferencia en el acceso a Internet entre áreas urbanas y rurales es de 25 puntos porcentuales, y en algunos países, la relación entre usuarios de quintiles de mayores y menores ingresos puede ser de hasta tres veces, acelerados por los efectos de la pandemia del COVID-19 que obligaron a muchas empresas a incrementar su presencia en línea para continuar operando.
Desde la perspectiva de la mitigación de los efectos negativos de la adopción digital es crucial que tanto las organizaciones como los individuos reconozcan los efectos negativos de la adopción digital excesiva. Una adopción consciente y equilibrada puede ayudar a mitigar la erosión del talento. La implementación de políticas de desconexión que permitan a los empleados desconectarse fuera del horario laboral, reduciendo la presión de estar siempre disponibles, puede ayudar a establecer límites claros en el uso de tecnologías y fomentar prácticas de autocuidado.
Los usuarios deben ser conscientes de los riesgos de la sobrecarga digital y aprender a equilibrar su vida digital y personal. La educación sobre el uso sostenible de la tecnología es esencial para proporcionar recursos de apoyo psicológico, fomentar un ambiente de trabajo que priorice la salud mental y desarrollar un modelo de bienestar que ayude a los empleados a gestionar mejor el estrés relacionado con la tecnología.
La violencia positiva descrita por Byung-Chul Han es análoga a un virus que se propaga a través de la exposición a la adopción digital. Este fenómeno plantea un desafío que exige el desarrollo de estrategias más saludables y sostenibles para integrar la tecnología en nuestras vidas. Al adoptar un enfoque equilibrado y crítico hacia la adopción digital, podemos fomentar un bienestar personal y profesional más armonioso sin afectar nuestra salud mental y emocional.
Para contrarrestar esta dinámica destructiva, Byung-Chul Han sugiere recuperar la vida contemplativa, aprender a mirar y escuchar con calma y paciencia, y resistir la hiperactividad y la producción frenética. Argumenta que la pérdida de creencias trascendentes ha llevado a una vida efímera y desnarrativizada, y que la hiperactividad es una reacción a esta sensación de fugacidad.
«La Sociedad del Cansancio» es una reflexión profunda –que recomiendo leer— sobre la autoexplotación en la sociedad contemporánea y una llamada a detenerse, reflexionar y recuperar una vida más contemplativa y auténtica. En el contexto de la adopción digital, esta obra nos invita a cuestionar las presiones de la autooptimización y a buscar un equilibrio que nos permita una integración saludable y sostenible de la tecnología para ser usuarios conscientes de las herramientas y no dejarnos gobernar por ellas.