CAFE DIARIO, IRAN.- El mito de la invulnerabilidad de Irán se desmoronó el 13 de junio, cuando fuerzas israelíes lanzaron un ataque sorpresivo y sin precedentes en el corazón del país, eliminando a destacados líderes militares y científicos nucleares, y dejando un saldo de 627 muertos. La operación, que incluyó la participación de Estados Unidos en ataques a tres instalaciones nucleares, marcó un antes y un después en la percepción de seguridad de la República Islámica y en la estabilidad de su régimen.
Durante más de treinta años, Irán tejió una red de grupos aliados y milicias en la región para librar sus batallas lejos de sus fronteras. Esta estrategia, impulsada por el líder supremo Ayatolá Ali Khamenei, buscaba mantener a raya a sus enemigos y consolidar el poder interno. Hasta ahora, la posibilidad de un ataque directo en territorio iraní parecía remota. Pero la madrugada del 13 de junio, esa certeza se desvaneció. El golpe israelí, que alcanzó incluso a científicos nucleares mientras dormían en sus hogares junto a sus familias, desmanteló la imagen de fortaleza que Teherán había cultivado cuidadosamente.
La magnitud del ataque y la respuesta internacional generaron un profundo impacto en la sociedad iraní y en la política interna. El número de víctimas, 627 fallecidos, incluyó a figuras clave del programa nuclear, lo que incrementó la sensación de vulnerabilidad. La intervención de Estados Unidos, que se sumó a la campaña israelí el domingo siguiente y atacó tres sitios nucleares, elevó el riesgo de una guerra total. Sin embargo, al día siguiente, Washington y Tel Aviv anunciaron un alto el fuego con Irán.
El desenlace inmediato no fue el esperado por los agresores. Tanto Israel como Estados Unidos habían sugerido que el objetivo último era un cambio de régimen, con la esperanza de instaurar un gobierno más afín a sus intereses. Al no lograrlo, el gobierno iraní proclamó su propia victoria, reforzando su narrativa de resistencia. Según CNN, la dirigencia iraní demostró capacidad de recuperación, reemplazando rápidamente a los líderes caídos y emprendiendo una represión severa contra quienes consideró cómplices del ataque.
El ambiente en Irán se tornó más tenso y paranoico. El régimen, herido en su orgullo y en su aparato defensivo, endureció su control interno y adoptó una postura más beligerante tanto en política doméstica como exterior.
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