


CAFÉ DIARIO, SANTO DOMINGO. –“Me quiero suicidar”, fueron las palabras desesperadas de un joven que, tras recibir un diagnóstico serológico de VIH positivo, pensó que su vida había llegado a su fin. El momento de angustia no solo estremeció a sus padres, que lo acompañaban en ese instante, sino que también activó una cadena de apoyo que terminó salvándole la vida.
La madre, entre lágrimas y sin saber a quién acudir, marcó un número recomendado por allegados. “Tú no me conoces, pero me dijeron que eras la persona que podía ayudar a mi hijo”, dijo al otro lado de la línea. Así entró en acción “El Samaritano”, un trabajador comprometido con la asistencia social, que con paciencia y serenidad logró contener al joven durante horas, recordándole que “un diagnóstico positivo no significa que terminó tu vida”.
El impacto inicial del resultado médico abrió una nueva preocupación: ¿cómo enfrentar a su esposa y a su hija para contarles la noticia? Con el acompañamiento de profesionales, la verdad fue revelada en un espacio de intimidad y apoyo. La tensión fue reemplazada por un respiro de alivio cuando las pruebas realizadas a la esposa y a la niña resultaron no reactivas.
El joven, ahora más consciente de su condición y de los avances médicos disponibles, encontró en la orientación y los tratamientos un motivo para aferrarse a la vida. La expresión “me quiero suicidar” se transformó en esperanza, gracias a la unión familiar y al acompañamiento oportuno.
Esta historia, contada por el gerente técnico del Consejo Nacional para el VIH y el SIDA (CONAVIHSIDA), busca visibilizar el impacto emocional y social que conlleva un diagnóstico de VIH y, al mismo tiempo, resaltar que existen tratamientos y acompañamiento profesional que garantizan calidad de vida a quienes viven con el virus.
El CONAVIHSIDA recuerda que cualquier persona con un diagnóstico positivo puede acercarse a la institución para recibir apoyo, orientación y tratamiento con total confidencialidad.
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