CAFE DIARIO, SANTO DOMINGO.- Dos hombres vinculados al atentado contra el expelotero de Grandes Ligas, David Ortiz, han perdido la vida en circunstancias violentas en República Dominicana. El caso revive el recuerdo del ataque ocurrido en junio de 2019 y que conmocionó al país.
El más reciente fallecido es José Eduardo Ciprián Lebrón, conocido como Chuki. El hombre cumplía una condena de 10 años de prisión por complicidad en el atentado contra Ortiz.
Según el informe policial, Ciprián murió la madrugada de este lunes durante un tiroteo en el sector Libertador de Herrera, en Santo Domingo Oeste. Viajaba en una yipeta junto a otra persona cuando fueron interceptados por dos individuos armados que abrieron fuego.
En el lugar del ataque, la Policía Científica levantó al menos 13 casquillos de bala. El vocero de la institución, Diego Pesqueira, explicó que el hecho está vinculado a “conflictos del bajo mundo, relacionados al narcotráfico”.
Víctor Hugo Gómez apareció muerto en 2024
Este no es el primer caso que enluta a los procesados. El 10 de enero de 2024 fue hallado sin vida Víctor Hugo Gómez Vásquez, señalado como supuesto cabecilla del atentado.
Su cuerpo apareció en La Guáyiga, Pedro Brand, con un disparo en la cabeza, tras haber sido reportado desaparecido por sus familiares. Aunque en 2022 fue absuelto por falta de pruebas, Gómez continuaba bajo la mira de autoridades de Estados Unidos por supuestos vínculos con el Cártel del Golfo y acusaciones de narcotráfico.
El atentado que marcó a David Ortiz
El 9 de junio de 2019, el expelotero David “Big Papi” Ortiz recibió un disparo mientras compartía con amigos en un bar de Santo Domingo Este. El ataque también hirió al comunicador Jhoel López.
La justicia dominicana condenó a 10 de los 13 acusados con penas de entre 5 y 30 años de prisión. Entre ellos figuran Rolfi Ferreras Cruz (Sandy), autor del disparo, y Eddy Vladimir Féliz García (El Nata), conductor de la motocicleta utilizada, ambos sentenciados a 30 años.
Ortiz sobrevivió tras someterse a múltiples cirugías en República Dominicana y Estados Unidos, consolidando su estatus de leyenda no solo en el béisbol, sino también como símbolo de resiliencia.
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