
CAFE DIARIO, CINE.- Años antes de que el multiverso se apoderara del UCM de Marvel, y de que los nuevos 4 Fantásticos liderados por Pedro Pascal se preparasen para unirse a los Vengadores y los X-Men en la gran pantalla, hubo un intento de reinicio que prometía actualizar a la primera familia de Marvel desde un prisma más oscuro y radicalmente distinto a lo que habíamos visto hasta ahora sobre ellos, influenciado por el Christopher Nolan de 'El caballero oscuro' y el Zack Snyder de 'El hombre de acero'.
El director elegido para la misión fue Josh Trank, una joven promesa que venía de dirigir la muy notable 'Chronicle' (2012), una sorprendente película de adolescentes con superpoderes filmada en clave de found footage. Fox le ofreció 120 millones de dólares y carta blanca para reinventar al cuarteto, sin ataduras al tono familiar de las entregas de 2005 y 2007 dirigidas por Tim Story. El reparto prometía: Miles Teller como Reed Richards, Kate Mara como Sue Storm, Michael B. Jordan como Johnny Storm y Jamie Bell como Ben Grimm. Un elenco joven, diverso, talentoso. ¿Qué podía salir mal? Todo.
La película se tituló simplemente ‘Cuatro Fantásticos’ (‘Fantastic Four’, 2015) y el resultado fue, sin rodeos, un desastre. Pero no uno cualquiera. Fue de esos fracasos que destrozan carreras, que se niegan en entrevistas, que alimentan futuros documentales y sobre los que corren ríos de tinta electrónica en redes sociales. Trank presionó para alejarse de la ligereza de los cómics y de la imaginería pulp original. El problema es que 'Los 4 Fantásticos', creados por Stan Lee y Jack Kirby en 1961, son pura fantasía optimista: científicos que viajan por el espacio, el tiempo y otras dimensiones con trajes de colores y sentido del humor. Si en algo se diferencian del resto del panteón Marvel es en que son una familia antes que un equipo. Trank eliminó todo eso. No hay humor, carisma, color, espacio ni familia.
El origen de sus poderes es radicalmente distinto al de los cómics, y es tratado como si fuera una maldición, sin emoción ni épica. La película, literalmente, tarda más de una hora en convertirlos en superhéroes, y para ese entonces aún no tenemos villano ni propósito para los protagonistas. Por si fuera poco, para cuando aparece por fin el Doctor Doom el personaje se ha convertido en una especie de hacker telequinético con cara derretida que lanza rayos verdes por la frente.

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