


CAFÉ DIARIO, SANTO DOMINGO. – Cada domingo, doña Simona levanta la cortina metálica de su tienda en Villa Consuelo, donde por más de dos décadas ha vendido ropa traída desde Santiago, la frontera y, ocasionalmente, desde Panamá. Sin embargo, en los últimos años ha visto cómo sus ventas caen frente a un nuevo competidor que no tiene vitrina ni paga alquiler: el comercio electrónico.
“Los clientes me dicen: ‘lo vi más barato en internet’… y se van”, cuenta mientras acomoda sus maniquíes, testigos mudos de una clientela que ya no se detiene a mirar.
En contraste, su hija Mariela, de apenas 22 años, opera exclusivamente en Instagram y TikTok. Abastecida por plataformas como SHEIN, vende productos que llegan desde China a menor costo, sin pagar renta ni empleados. Sus clientas, jóvenes como ella, prefieren comprar desde el celular y recibir sus pedidos en la puerta de casa. Incluso las devoluciones son simples: una etiqueta impresa y un mensajero que recoge el paquete.
Una tendencia que crece
Historias como la de doña Simona y Mariela se repiten en barrios y ciudades de toda la República Dominicana. El comercio electrónico está cambiando no solo el consumo, sino la economía en su conjunto.
Según el Banco Central, en 2024 más de ocho millones de personas usaron servicios de banca digital, un crecimiento de 22.4% respecto al año anterior. En EE.UU., las compras por internet superaron los 1,300 millones de dólares en 2023, según datos de CNBC, lo que evidencia una tendencia global.
Para el economista Juan Del Rosario Santana, esta transformación obliga a las tiendas físicas a reinventarse. “Deben migrar hacia modelos híbridos o serán desplazadas”, advierte.
Entre los factores que impulsan el e-commerce, Del Rosario destaca el auge de pagos electrónicos, la logística más eficiente, las devoluciones simplificadas y la modernización de la desaduanización. También menciona herramientas como la realidad aumentada, que permite a los clientes visualizar productos en tiempo real antes de comprarlos.
“Hoy hasta los mayores delegan en sus hijos las compras online. El cambio no va a detenerse”, afirma, y sugiere que el Estado apoye a las MIPYMES con tecnología y capacitación para integrarse al nuevo modelo.
Desigualdad en las reglas del juego
El economista Henri Hebrard coincide en que el comercio online ha eliminado las barreras geográficas. “Una tienda en Santo Domingo ahora puede vender en Santiago, en Miami o en Europa”, explica.
Sin embargo, Hebrard advierte sobre un problema estructural: la desigualdad legal y fiscal. “Muchos comercios virtuales no tributan ni cumplen regulaciones, lo que deja a los negocios tradicionales en desventaja”, subraya. Por eso propone una reforma del marco legal que equilibre la innovación con la equidad.
Entre la tradición y la tecnología
Joel Francisco, de 37 años, asegura que compra en línea desde 2009 y no piensa volver atrás. “Me siento más seguro. Si no me gusta lo que recibí, devuelvo el producto sin complicaciones”, afirma. Similar es el caso de Sailin Galicia, de 24 años, quien ya no concibe invertir tiempo en tiendas físicas: “Compro todo online”.
El futuro está en el clic
La historia de doña Simona y su hija Mariela no solo refleja un contraste generacional. Es también una señal de alerta para los negocios que aún dependen del tráfico peatonal y los escaparates.
En un país donde la conectividad y el acceso a plataformas globales crecen rápidamente, el futuro del comercio no está en abrir temprano, sino en estar disponible 24/7, desde un celular, con solo un clic.
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