


CAFÉ DIARIO, NUEVA YORK (AP). – Con su pelaje dorado y una energía imparable, Charlie, un labrador amarillo de 10 años, fue una de las grandes estrellas del Campeonato Mundial de Surf Canino, celebrado este sábado al sur de San Francisco, en la playa estatal de Pacifica. Esta peculiar competencia anual reunió a más de una veintena de perros surfistas y atrajo a miles de espectadores que celebraron cada ola montada con entusiasmo.
Charlie no es un perro cualquiera: es tan apasionado por el surf que toma su tabla por cuenta propia y corre hacia el mar sin esperar instrucciones. De hecho, sus dueños, Maria y Jeff Nieboer, bromean con que a veces deben esconderle el equipo si desean pasar un rato conversando en la playa.
En el evento, los canes compitieron en distintas categorías según su tamaño, y algunos incluso se lanzaron en tándem ya sea con otros perros o con humanos, desafiando las olas del Pacífico con chalecos salvavidas personalizados. Los jueces evaluaron el tiempo que los perros permanecían sobre la tabla, su equilibrio y hasta la capacidad para ejecutar trucos, como giros durante el recorrido.
Charlie participó en la serie individual para surfistas extragrandes y también integró “El equipo de ensueño”, junto a otros dos perros, entre ellos Rosie, una labradora de cuatro años que montó en cuatro series durante el día. “Le encanta la multitud”, comentó su dueña, Maria. Jeff, por su parte, explicó que se comunica con Charlie mientras navegan las olas: “Le digo ‘prepárate’, empujo la tabla y él sabe exactamente qué hacer”.
La conexión entre dueño y mascota fue un tema recurrente en el evento. Steve Drottar, dueño de Rosie, destacó cómo el surf fortalece su vínculo: “Es como decir, oye, realmente hicimos algo hoy, ¿verdad? Lo hicimos como equipo”. Según Steve, Rosie muestra señales claras de orgullo y felicidad tras cada sesión, desde un enérgico movimiento de cola hasta tiernos momentos de afecto en casa.
Más allá de las medallas, lo que se llevan estos perros y sus dueños es una experiencia compartida, una complicidad inigualable y muchas anécdotas por contar. Y aunque Charlie no necesita premios ni golosinas, para él y muchos otros, conquistar una ola es una recompensa en sí misma.
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